
Al día siguiente, juntos nos despertó el mediodía.
Tu cuerpo cubría una extensión inmensa de aquella cama.
Los valles que recorrí se habían suavizado en sus crestas.
Distinto era ya el aroma de tu piel: entonces afrutado, ácido ahora.
Como tras un cálido aguacero podía presentir un perfumado sabor a lodo.
Ausente debía parecerte mi sonrisa porque me inyectabas una mirada de recelo.
Pícara, entregada a la molicie, me descubro desnuda.
Una extraña sensación se deposita en mi vientre; diría cansancio, diría vacío.
Por las piernas untadas con el viscoso líquido que emana del útero siento resbalar tu mano.
Después, me sobrecoge un instante de pulcra timidez.
Será que tu aliento aún conserva el perfume agrio de mi sexo.
Aparentas normalidad; un temporal amainado y calmo.
Reinvento mi inocencia y pronuncio las dos sílabas de tu nombre.
Te he desvelado.
De día tu piel parece mármol.
Tu frialdad sólo era un tímido velo de escarcha, que se derritió al tacto.
(Imágenes: Pamela Hanson)
Tu cuerpo cubría una extensión inmensa de aquella cama.
Los valles que recorrí se habían suavizado en sus crestas.
Distinto era ya el aroma de tu piel: entonces afrutado, ácido ahora.
Como tras un cálido aguacero podía presentir un perfumado sabor a lodo.
Ausente debía parecerte mi sonrisa porque me inyectabas una mirada de recelo.
Pícara, entregada a la molicie, me descubro desnuda.
Una extraña sensación se deposita en mi vientre; diría cansancio, diría vacío.
Por las piernas untadas con el viscoso líquido que emana del útero siento resbalar tu mano.
Después, me sobrecoge un instante de pulcra timidez.
Será que tu aliento aún conserva el perfume agrio de mi sexo.
Aparentas normalidad; un temporal amainado y calmo.
Reinvento mi inocencia y pronuncio las dos sílabas de tu nombre.
Te he desvelado.
De día tu piel parece mármol.
Tu frialdad sólo era un tímido velo de escarcha, que se derritió al tacto.
(Imágenes: Pamela Hanson)
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