
Aquél fue un duro invierno.
Los días finían pronto, dejando un reguero de húmedas manchas en el suelo.
El agua hacía enturbiar los atardeceres.
Con hastío luchabas frente a la melancolía; perdías una batalla tras otra.
Un par de comunicaciones esporádicas fueron toda nuestra relación estacional.
Aquél fue un invierno demasiado duro.
***
Con la primavera sentimos renacer un conato de amistad.
Todo un año había crecido desde la última vez que te ví.
Hoy ha pasado una semana.
De noche, sucumbo a la tentación de tenerte.
Por el día, a intervalos constantes lamento haberte encontrado.
***
Accedí a nuestro encuentro sin dejar de atormentarme.
Cuando apareciste hilvanabas sosiego.
El espacio entre tú y yo se había convertido en un indefenso himen.
Durante los primeros minutos sólo hablamos de ilusiones perentorias.
Pronto perdieron el encanto.
Ávido, ahondaste en el grano de aquella cita.
***
Para ambos iba a convertirse en la primera infidelidad.
Estábamos frente a frente como promesa a tantas cavilaciones.
Sin escapatoria, respiraba lo que desechabas.
Tu hálito era suave y tu cuello una firme pilastra romana.
Podía reflejarme en tu sudor.
Cerré los ojos para evadirme de mi imagen.
(Imagen: Henry Cartier-Bresson)
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