
Escribir sobre el malestar mientras se sufre es tarea fácil: los ciéntificos empeñados han descubierto que todo apunta a que la dactilografía más controvertida sea un producto de los impulsos del corazón, que golpean a los dedos para que batan contra las teclas y propicien poemas desgarrados.
Me puedo quejar de los insultos, de las ofensas con las que un demonio llamado depresión derriba la cordura de mi hermano. Me puedo quejar y expresar con claridad sobre lo que sentí al ser regada con su saliva, mientras me miraba con rabia y reía ante mis lágrimas. Los científicos aún no han descubierto la pócima para engullir sin atropello los sentimientos propios y disfrazarlos de palabras cordiales, palabras de vinagre.
(Imagen: Rodney Graham)
Me puedo quejar de los insultos, de las ofensas con las que un demonio llamado depresión derriba la cordura de mi hermano. Me puedo quejar y expresar con claridad sobre lo que sentí al ser regada con su saliva, mientras me miraba con rabia y reía ante mis lágrimas. Los científicos aún no han descubierto la pócima para engullir sin atropello los sentimientos propios y disfrazarlos de palabras cordiales, palabras de vinagre.
(Imagen: Rodney Graham)
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