
He descubierto que es posible vivir en un estado continuo de tristeza. Basta saber fingir. No siempre resulta tarea fácil engañar al alma con difusas ilusiones imaginadas que contradicen tanto a la mente y como a los médicos. Mi hermano pequeño ha quedado tetrapléjico. Nadie estaba preparado para semejante trauma.
Revivo los últimos instantes de su libertad como si mis ojos se hubieran fijado en sus ojos y mis manos, fuertes como cadenas, hubieran parado el último y definitivo salto mortal. Ahogado, roto, asfixiado, hundido en el fondo de una cruel piscina, inerte de sentimientos ni reacciones. "¡Quieto!, ¡no saltes!" qué bellas intenciones...
Lo rememoro diez veces cada día con la fría intención de convertirme en la heroína de la fiesta. Me pueden tachar de egoísta, ególatra, epicentro del dolor pero no se dejen engañar porque en ningún solo momento he deseado ser la protagonista principal de la historia. Nadie, excepto una abnegada madre, pactaría un trasvase de la lesión: de tu cuerpo a mi cuerpo, de tu médula a la mía.
Revivo los últimos instantes de su libertad como si mis ojos se hubieran fijado en sus ojos y mis manos, fuertes como cadenas, hubieran parado el último y definitivo salto mortal. Ahogado, roto, asfixiado, hundido en el fondo de una cruel piscina, inerte de sentimientos ni reacciones. "¡Quieto!, ¡no saltes!" qué bellas intenciones...
Lo rememoro diez veces cada día con la fría intención de convertirme en la heroína de la fiesta. Me pueden tachar de egoísta, ególatra, epicentro del dolor pero no se dejen engañar porque en ningún solo momento he deseado ser la protagonista principal de la historia. Nadie, excepto una abnegada madre, pactaría un trasvase de la lesión: de tu cuerpo a mi cuerpo, de tu médula a la mía.
(Foto: Michiko Totoki)
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