
Mórbido espíritu que se contonea por los cafés de la tercera avenida. Tropieza y pliega su melena. Ahora la veo cómo mira hacia abajo, con un gesto entre núbil y provocativo, recoge una a una las manzanas derramadas de su cesta. Las lame. Quisiera morder la barbilla del hombre que la desea en los silencios de bancos de madera y misales. Un retablo salomónico sus piernas, potentes y doradas, talladas con afiladas gubias. Para ella, hasta la respiración ha de expeler maniera y grazia. Pronto pasarán los días del azafrán. Y el otoño la observará asomada al profundo pozo que se ciega en catacumbas paleocristianas, donde los mártires manosearán sus finas hieles. Mientras, tú orarás quedas frases bíblicas, condenado por la eternidad del deseo.
(Imagen: Ferdinando Scianna)
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