
Para C.C.
Oírte callado oculta una simbiosis callejera: me convierte en farola que rastrea el reguero de pasos que dejas moribundos en las aceras. La noche va cayendo con calma y el frío, disfrazado de cortina, penetra por las gastadas costuras de mi espalda. Siento morir el día, ahogándose como un clavo se ahoga en un bidón de aceite. Las palabras se asfixiaron hace horas, quedando enterradas en las fosas nasales. A lo lejos, no distingo a percibir tu silueta, velada por el tamiz de polvo que levanta tu huida. Los días de vino y rosas abren paso a espinas secas y uvas pasas.
***
Vivo sobre el ruido de maderas desabridas, masticando un crujir de ramas que castañetean como urracas.
(Imagen: Dorothea Lange)
No hay comentarios:
Publicar un comentario