
Hubo un tiempo en el que se prescindían de los detalles truculentos; los hombres eran caballeros y las mujeres demasiado puritanas para reconocer su arrepentimiento. Por mi parte, y desde que tengo constancia de mi comportamiento, procuro no sobrepasar la frontera de la cortesía. No me gustaría saber que hablan de mí como un chamán de costumbres corrompidas.
A tientas, me concentro en mantener los ojos bien abiertos desde la muerte de la abogada. En aquellos días, su presencia asentaba mi estabilidad en estos juzgados. Incluso me acicalaba diariamente con mayor cura y no por cuestión amorosa; ella simplemente me impulsaba al deleite estético de la vida.
Los meses siguientes a su muerte depauperaron mi imagen ante el resto de compañeros. Me empeñé en rastrear los últimos velos de sus últimos minutos. No conseguí nada; más allá de los fracasos, tuve que escuchar cómo hablaban de mí: los términos locura, enfermizo, deprimente o esquizofrenia no me hicieron ningún daño. Sólo consiguieron sobresaltar mi enojo cuando prodigaron el ruín rumor de una posible relación sentimental. Para aquellas pobres mentes, todo parecía cuadrar: llamaron miradas furtivas a los saludos educados, concebían nuestros encuentros profesionales como llamadas provocativas entre amantes.
(Imagen: Germaine Krull)
A tientas, me concentro en mantener los ojos bien abiertos desde la muerte de la abogada. En aquellos días, su presencia asentaba mi estabilidad en estos juzgados. Incluso me acicalaba diariamente con mayor cura y no por cuestión amorosa; ella simplemente me impulsaba al deleite estético de la vida.
Los meses siguientes a su muerte depauperaron mi imagen ante el resto de compañeros. Me empeñé en rastrear los últimos velos de sus últimos minutos. No conseguí nada; más allá de los fracasos, tuve que escuchar cómo hablaban de mí: los términos locura, enfermizo, deprimente o esquizofrenia no me hicieron ningún daño. Sólo consiguieron sobresaltar mi enojo cuando prodigaron el ruín rumor de una posible relación sentimental. Para aquellas pobres mentes, todo parecía cuadrar: llamaron miradas furtivas a los saludos educados, concebían nuestros encuentros profesionales como llamadas provocativas entre amantes.
(Imagen: Germaine Krull)
No hay comentarios:
Publicar un comentario