lunes, 10 de mayo de 2010

Y LOS NIÑOS TE AMABAN


La lluvia tendían mantas cristalinas a mis pies y el viento arrastraba una espesa nube de hojas. Cuando la primavera sigue los susurros del otoño, crece mi tristeza. En el taciturno Hospital, apocado, me espera mi hermano. Entro sigilosa en su habitación que, desde el martes, comparte con la soledad como único testigo. Me mira y tapa su cabeza con una almohada. Sigue sin querer saber nada de mí. Esta vez no me insulta, así que me atrevo a acercarme un poco más. Ya estoy casi a su flanco.

Una enfermera: ¿Quién es esta chica?

Él: No lo sé. Nunca la he visto.

Una enfermera: ¿Quién lo diría? Compartís la misma mirada. ¿Acaso será tu hermana?

Él: Ella no es lo es. Mi hermana tiene ojos de luna, ella es una cualquiera. Dile que se vaya.

Cecilia: Es una pena irme así, sin más. Con toda la información que te traigo del pueblo. Pensé que estarías interesado.

Él: Te puedes quedar siempre que respetes mis normas: no me mires, no me toques, no me beses, ni acaricies. No soporto tu tacto y me repele tu olor.

Cecilia: Bueno, traigo muchas novedades. ¿Recuerdas a L., hermano de A.?

Él: Sí.

Cecilia: Ha tenido un bebé.

Él: Imposible. Apenas tiene un año menos que yo.

Cecilia: Te lo prometo, ¿sabes lo mejor? Su hermana lo rechaza. Se avergüenza de su sobrina. La hará parecer más mundana, de una clase social menos acomodada.

Él: Increíble, ¿puede haber algo más importante que un niño?

Cecilia: Prométeme una cosa: serás el padrino de mi hijo y nunca te avergonzarás de él. Tendrás que cuidarlo y quererlo y aguantar sus niñerías.

Él: Me duele que hables así. Será el niño quien tenga que aceptar como único tío, a un ser en estas condiciones: tetraplético, con voz de grillo y completa falta de ideas.

Cecilia: No digas tonterías, los niños te adoran... Hablando de críos, no es ésa la hija de C. Llámala. Seguro que viene a saludarnos

(Emite un grito hiriente que llama la atención de una pareja que pasaban por el pasillo. Una niña vestida con un traje color manzana, se acerca. Lo mira y permanece petrificada algunos instantes. Él le tiende la mano)

Él: Mira pequeña, ella es mi hermana. ¿Me das la mano?

(Sus torpes manos hastiadas parecían ganchos de puerto. La niña teme ante esa visión y da un paso para atrás)

Cecilia: No temas. Él es un ángel. Sólo está herido. Ya verás, en breve aprenderá a volar y si no puede mover sus piernas, le coseremos dos alas en su costado.
(La niña sonríe y se va gritando "mami, mami, pronto volará...")

(Imagen: Justine Kurland)

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