viernes, 17 de abril de 2015

TU PUPILA ATRAVESADA (Primera Parte)


«Cuando tú te alejas 
un solo instante, 
el tiempo y yo lloramos» 
Vicente Huidobro 

Para Él. 

 "En ningún lugar hay mundo más que dentro", dijo la segunda noche que nos vimos antes de apagar las luces. Parecía como si aquel hombre de mirada ligeramente huidiza hubiera perdido el tiempo leyendo páginas amarillentas de Rilke y sucedáneos. "Qué inoportuno", pensé mientras me daba la vuelta, intentando provocar su ternura tras unos largos minutos de delicioso delirio. 

Él se mantuvo erguido y desnudo, levemente apoyado en el umbral de la puerta esperando una frase de aprobación por mi parte o la insinuación de una sonrisa que le diera el aplomo necesario para dormir enredado en las sábanas de una desconocida. Apenas sabía nada de él pero he de reconocer que existía una cierta cotidianidad en sus movimientos que me hacían sentir a salvo. 

En la cama era robusto y decisivo, como un animal que no otorga compasión a su presa. Entró y salió de mí a compás de mi vientre, con la determinación de un hombre que desea hundir su cuerpo en lo más profundo de una mujer. Sus gestos no revelaban piedad ni decoro, solo un apego humano a la carne. Yo lo evitaba con miradas esquivas, implorando no deshacer ninguna postura certera e intentando asumir que alguien como él era real. 

(Image: Bruce Weber)

lunes, 5 de enero de 2015

UN DESIERTO SIN ESPINAS (Tercera Parte)



La llamada a la acción nunca viene cuando uno la solicita. Le reclamaban aquel día después de una noche turbia enredado entre sábanas baratas y unas piernas sin nombre. Tenía la extraña sensación de ser él quien necesitaba una defensa y se veía tan frágil como la boca que había besado solo unas horas antes.

Tuvo que despertarla sin demasiado tacto, ella se encontraba profundamente perdida entre la resaca de amor y lujuria y la necesidad de seguir durmiendo junto a un hombre que, sin conocerla, la había abrazado por unas horas. Se incorporó y pensó en lo ridículo que parecía su minúsculo vestido de noche a esas alturas del día. Él ya tenía un aspecto lúcido y cotidiano; ella parecía una de esas mujeres que abandonan a hurtadillas el hotel de las estrellas del rock a altas horas de la madrugada.

Pensaba despedirse con un "hasta pronto", acostumbrada a otros modos de hombres sin escrúpulos que fingen llamar por teléfono o estar ocupados para desembarazarse cuando antes de la compañía nocturna. Él la acompañó hasta la puerta y le pidió que no se molestara por la premura del saludo. Era su primer caso importante en la ciudad y no podía demorarse. Dos frases estúpidas más, propias de un humor infantil, le sacaron una sonrisa final y primitiva. Salió pensando en él, en cómo podía un hombre de apariencia materialista ser así de cándido y casi entregado. Parecía uno de aquellos personajes de las películas grises que veía su abuelo y que jamás le habían interesado porque contaban historias que nunca pasan. El amor en estos tiempos de inmediatez no era más que un simulacro de sentimientos.

(Imagen: Lee Miller por Man Ray)



sábado, 3 de enero de 2015

UN DESIERTO SIN ESPINAS (Segunda Parte)


Había una vela casi consumida encima de la mesa, donde todos los cubiertos estaban usados. Por la ventana entraba un tenue reflejo de luz que dejaba en evidencia la cantidad de humo que llenaba la sala. Derrotado por la ingente cantidad de tragos, te decías en silencio: "he tratado de olvidarte, he perdido mi orgullo y aquí sigo".

Casi todos se habían marchado, solo quedaba ella recostada a lomos del enorme sofá verde. Era de proporciones reducidas, un poco tibia en el habla. Por el maquillaje deshecho en las sienes, aparentaba algunos años más. No más de 30, intuiste con acierto. Se hacía la dormida a sabiendas de tu inminente estímulo a acariciarla. Pelo largo, medias claras, rasgos que podían hacerla confundir y desaparecer entre la multitud. Pero estaba allí, silente y blanda, con los instintos nocturnos despertando. Era únicamente eso: una casualidad puesta al alcance de tus manos. 

Te levantaste y entendiste que ella había oído tus pasos. Luego, conseguiste reclinarte para comprobar que seguía dormida y te devolvió una mirada pícara, boba habrías pensado en otro momento. Permaneciste de pie unos segundos más mientras ella se recomponía las manchas negras que pegaban viscosamente sus ojos. Te pareció decadente toda esa situación: aquella vela deshecha, el verde perdido del sofá, la alfombra con tus huellas impresas pero quisiste saber qué había detrás de una mirada atrofiada por el negro barniz del maquillaje.

(Imagen: Helmut Newton)

UN DESIERTO SIN ESPINAS (Primera Parte)



Amo las limitaciones porque son la causa de la inspiración
Susan Sontag 

Para Manuel

Todavía, y ya habían pasado unos meses desde que llegó, se sentía disperso en aquella ciudad. Lo pensaba a diario, como si ese vacío viniera a formar parte de la rutina más monótona y aburrida a la que secretamente aspiran todos los hombres. Él veía cómo sus días aún destellaban con el brillo de lo incómodo. Cada mañana, al despertar sus ojos a la luz, sentía en lo más profundo una descarga de adrenalina necesaria para sofocar a la razón y detener la tentación del regreso.


No era la primera vez que estaba fuera de su clima. Ya había vivido esa experiencia. La había vivido en otras tantas ocasiones. Pero esta vez era del todo diferente. Podía y debía ser la definitiva. Atrás solo le quedaba una vida de soledad y fracaso. De rarezas acumuladas que él intentaba camuflar detrás de un traje gris y una mirada plomiza que le hacían múltiple de otros de su especie. Una especie onmívora y depredadora que cree obrar a favor de la justicia.


"Correr en contra de tu destino" - pensaba - "no tiene porqué suponer una huida". Otros lo había hecho antes y nadie les culpó por intentarlo. Su caso no iba a ser diferente, él había tentado a su suerte y allí estaba, en medio de una gran metrópolis a punto de convertirse en un hombre de éxito. No siempre el pasado es el encargado de escribir la historia.

(Imagen: Stanley Kubrick)



sábado, 27 de septiembre de 2014

LA INTRUSA (Primera Parte)





Aquella noche apagó la luz sin demasiada prisa. Quería dejar que el cansancio hiciera su parte y que el efecto sedante de las pastillas nocturnas concluyeran el resto. Tenía la extraña sensación que por la mañana todo sería distinto, tan diferente como puede ser otro día con sus horas exactas y los minutos calcados. Su habitación olía a viernes con el ligero toque de las flores marchitas que había olvidado arrancar del jarrón.

Se sentía serena, tanto como para poder pensar con claridad, aparcar los miedos y concluir en falsete: "ánimo, tú eres fuerte". Había oído repetir esta frase casi tantas veces como su nombre. Con el tiempo se había convertido en una especie de definición de ella misma. Unas palabras de consuelo para otros que a ella le pesaban y ensuciaban como el alquitrán al asfalto.

Sin embargo, esa noche aquellas palabras le sirvieron de nana, las repetía sin abrir los labios, intentando entender porqué había fracasado e imaginando cómo actuarían los otros, las personas sensatas que tienen vidas sensatas. 

El último recuerdo le vino como una bocanada de viento que salía del interior de las sábanas. Podía incluso ver esa premonición de cambios que tanto la relajaba, mecida por los pesados recuerdos que se agolpaban en el lado vacío de la cama.


(Imagen: Herb Ritts)


sábado, 20 de septiembre de 2014

AL ABANDONO


Para Apolo

Prometo no abrir la boca en días. Si me lo pides, podré ser un objeto de decoración o una pieza de desguace perdida en algún rincón de tu trastero. También soy capaz de abandonarme, dejar de formularme dilemas, aplazar los pagos de mis deudas, cortar el tráfico de mis dedos y deternerlos en las caderas. Pero pongamos final a esta competición porque esta noche hemos terminado la partida en tablas: no ganas tú, no gano yo y perdermos los dos.

(Imagen: Herbert List)


jueves, 11 de septiembre de 2014

NOSTALGIA


Sé fuerte y no te rindas, que nadie te vea llorar, sonríe como un turista idiota, así nunca te faltaría un techo firme y vestirás con sedas, tendrás cortinas y visillos donde pasar las tardes de tu convenida vida. Una vez cada tres meses, abre tus piernas. Piensa en el mar, cuanto es profundo y calmo. Suspira con clase, tendrás la atención de las rancias esposas y nunca levantes el meñique. Nadie notará el desaire. 

Mientras él busca tu destino, puedes aferrarte a los hijos. Proyecta en ellos tus rencores, diles cuánto eres infeliz, sulfura con bilis tus penas. No les protejas, que aprendan a odiar a quien te lamió la pasión hasta que le supo a hiel. Pero besa, ay besa, a quien ha tatuado tu nombre en su piel. Quien te espera en una habitación sin muebles donde gimes tus desgracias y lloras el orgasmo de tu infelidad. 

(Foto: Hiroshi Sugimoto)

lunes, 1 de septiembre de 2014

SIEGA DE DÍA


Cuando la canina afloja, deja a su paso un reguero de profunda y pesada melancolía. Los calmos se niegan a florecer, las viñas despiden la temporada y la tierra se abre a gritos como los amantes que desafían a la aurora en una perezosa lucha por prevenir el sueño.

Te sitúas a mi vera, tan cerca que puedo oír el leve aullido de las gotas de sudor que se deslizan por tu vientre. Acabas de susurrar mi nombre y te pido que lo repitas tantas veces como tu boca sea capaz de pronunciarme, antes de que la siega de la mañana desvele el verdadero color del día, antes de que tu última mirada sea para buscar tus zapatos bajo mi cama.

(Imagen: Henri Cartier-Bresson)

viernes, 29 de agosto de 2014

DE RITOS Y DETRITOS


Como si una bendita maldición se hubiera acodado a mi lado, se me prohíbe salir de esta fabulosa jaula. El aire aquí dentro empieza a ser pesado y el cemento donde apoyo mis pies se resquebraja formando grietas que parecen invisibles a los ojos de otros. Pero hoy despierto con un no sé qué extraño, un zumbido que recorre mis pies, agita las rodilas y aligera los muslos. Como hacía tiempo que no ocurría, se despabila un sentimiento agónico de "ay, si me abrieras la puerta, entraría sin cerrarla".

Quiero estar aquí dentro, protegida por tus cien kilos de puras caricias y besos que no se abren como si viviéramos un primitivo rito de apareamiento. 

(Imagen: David Bailey)




lunes, 14 de julio de 2014

CASILDA Y LOS ERIZOS




Para Xavi 

¡Quién sabe a qué oscuridad de amor puede llegar el [cariño!]
Clarice Lispector

Durante la primavera, en el Archipiélago de las Tortugas llovían puntiagudas estrellas. Aquella madrugada, la princesa Casilda dormía quietecita con sus cabellos enredados en la hiedra y su camisón de suave tul. Afuera, una cascada de niebla cubría los campos de amapolas y margaritas. Las flores eran rosas, violetas, amarillas, verdes y también azules y blancas. A los pies del valle, donde termina el jardín del castillo y empieza la colina gris, vivía un peludo ogro protegido por un ejército de fieros erizos.


sábado, 9 de noviembre de 2013

FUMAR Y LAMER


Esta noche no sé si es más fuerte la falta absoluta de inspiración o las ganas insoportables de fumar. Contra mi incapacidad de crear nada agradable pruebo a provocarme con imágenes duras, sexuales, combatidas, adolescentes de recato. A ver si me animo un poco y se me ocurre algo ingenioso. No solo estoy pensando en este espacio, al que aburro más allá del bostezo con visitas poco regulares, hay alguien detrás de mis deseos apetitosos de parecer inspirada, alguien que ni se imagina que esta noche ocupará mis sueños cuando bien podría también ocupar mi cama. Ese alguien fuma. Y lo hace sin pausa. Por eso siento la necesidad apetitosa de encender un cigarrillo y fumar uno tras otro hasta que el deseo se disipe entre el humo acre y violento.

Fumar y lamer deben activar la misma glándula. Cuando necesito depositar un cigarro entre mis labios y absorber el humo hay un deseo profundo que se contrae, se molesta y arruga hasta parecer un lienzo de piel anciana. Al lamer se expande e hidrata, concentrando un sinfín de minúsculas gotas venéreas. Una noche sin fumar y/o lamer solo acaba en la escritura o en el sueño.

Imagen: Minayoshi Takada

domingo, 8 de septiembre de 2013

MEDIANOCHE EN EL RELLANO


Pasaron pocos días, quizás tres sino dos, desde la última vez que sonó el ruido seco de la puerta. Salieron tras de ti veinte horas de primavera entre unas sábanas que hoy quieren olvidar tu nombre. Ingratas envolturas de antiguos deseos ya consumidos, carcomidos desde las entrañas por la sal del amor. Yo me había ofrecido como recompensa a tu valentía pero mi cuerpo te supo a laurel marchito.  Y fue entonces cuando sonó el ruido seco de la puerta.

Mantuve diariamente mi ceremonia puntual, desdichada como el reloj que espera cada noche a que salga el sol. Permanecí sentada entre cartones infectos, solitaria en multitudes humanas buscando olor a vida en la fosa común de la ciudad. Envejecí engañada por la esperanza, como la esposa de un general tullido en guerra, y seguí viviendo de espaldas, dominada por la usura de la felicidad.

La aurora te despertó en el refugio. Mirabas de reojo la grandeza de tus días: una casa bonita, una esposa fiel, dos hijos sanos como peces pero te sentías pusilánime como el guerrero cobarde que entrega el sable al templo. Y recordaste la oscuridad de terciopelo cuando yacías en mi vientre; sentiste por última vez el sabor a naranjas amargas de mi paladar. Entonces, comprendiste que en todas las ciudades hay barrios que uno no debe frecuentar jamás, donde siempre es medianoche en el rellano. Lugares envenenados con suelos que crujen para ensordecer el gemido de la lujuria.

Imagen: Dennis Stock

lunes, 26 de marzo de 2012

EL DIARIO DE CECILIA NARI [EN ROMA] V



Estoy escribiendo un diario en Roma. Desconozco si mi aventura tiene interés general o si esta idea ahúma otras iniciativas de mayor voltaje intelectual. Pero Roma es la ciudad a la intemperie, réproba desde hace siglos, con sillares que sudan ceniza y barro. Lejos de los turistas y la Biblia, están las historias de la bohemia y perdidos yerran los amantes que nortean las minúsculas calles. Es un periódico cotidiano de tipos, perseguidos e inventados. Roma es cuna mitológica. Tan repleta de símbolos clásicos como el huerto del Olimpo, poblado de criaturas paganas a la espera de ser descritas y relatadas.

 (Imagen: William Klein)

EL DIARIO DE CECILIA NARI [EN ROMA] IV



Escribir con el alma debe ser algo absolutamente emocionante. Sería como dejar la marca dactilar de uno mismo. Se escribe por necesidad de definición. Con frecuencia, entro en un diálogo ficticio con los escritores que admiro, ellos se mantienen en mi pensamiento durante unos minutos, permanecen quedos e inmutables. Aún soy una escritora barroca, mejor aún: postrentina y me preocupa el decoro, las formas, la palabra perfecta, la sintaxis segura. Un formalismo fulminante y ubérrimo.
Querida Sontag:
Hay un peligroso sueño que me aterra:
Pasa en el Aula Magna de alguna Universidad del este.
[Yo estoy de pie.
Y tú, sentada y aburrida.]
Hablo de fotografía, de Benjamin.
Tienes sueño.
Bostezas.
Entonces me doy cuenta de que hablo sin decir nada.
Creo que he ido a parar a las zonas muertas del sentimiento.
Podríamos quedar en tu sepultura.
Entre el anaquel de ensayos y las recetas de vida.

***

El miedo íntimo del escritor es ser expulsado de la literatura. Que sus grafías parezcan arañazos, retorcidas líneas fatuas de contenido, que sus versos sean empalagosos como flores de merengue. El diario es un líquido revelador de la impotencia literaria. Habría que castrar a los escritores que tuvieran un diario sin tachaduras, un diario sin una sola falta de ortografía. Porque, a la postre, no son más que sílabas fotocopiadas de revistas.
(Imagen: Paolo Ventura)

El DIARIO DE CECILIA NARI [EN ROMA] III




[EN SECRETO: CUADERNOS]
Quisiera añadir en mis diarios prolongadas pausas de silencio. Jules Renard, autor de una obra magna titulada así: Diarios (1887-1919), hace uso de la ausencia de forma ecuánime y solemne: “nieve sobre el agua: silencio sobre silencio”. El vacío es un recurso que conozco bien de la pintura y que en literatura me cuesta rastrear. Sin embargo, un buen diario está lleno de cavidades sin sonidos, que solo el autor conoce a memoria:

“Querido diario: hoy vino P* y habló con C*. Me lo confesó. ¿Qué debería hacer? Ya, lo sé, lo sé. Pero no me regañes. Estoy creciendo deprisa.”

En parte, un diario es como una guía de viajes donde los adjetivos provienen de los sentimientos. Diríamos que aparecen los hitos más importantes de la vida; porque el diarista sabe que al cuaderno poco le interesan las acciones mundanas. Con los años, se pueden hacer mapas conceptuales; editar y traducir los hechos marcados por el narrador como importantes o puntuales. Cuando hablo con mis diarios les pregunto qué significado tienen las palabras apuntadas al margen. Algunas son meras llamadas al orden cotidiano, otras adquieren, al pasarles el tiempo por encima, mayor importancia que las propias entradas:
Calor, pájaro, vientre, descalzo, hipertensión, hilo, llamar a Pablo.”

Ahora sé de dónde viene el miedo a publicar un diario: los padres y las hermanas mayores. Mi madre, con su careta de sabueso, solía hurgar entre mis cosas acechando pistas de una niña tan ordenada y callada como yo. No sé qué imagen se le dibujó de mí, cuando abrió la lata de conservas donde guardaba mi cuaderno y los libros ocultos de Marguerite Duras y de Luis Cernuda. Éste último no lo leí hasta bien pasados esos años inocentes. Creo que lo guardaba a sabiendas de la intromisión maternal. En la portada de La Realidad y el Deseo no había ninguna imagen prohibida.

“Sé que cuando leas mi diario, dejarás de cocinarme spaghetti con tomate durante una semana. Será nuestro castigo mutuo.”


(Imagen: Elliot Erwin)