lunes, 26 de marzo de 2012

EL DIARIO DE CECILIA NARI [EN ROMA] I



Un diario es una disección confidente e íntima que, en apariencia, simula despreocuparse del lector, porque se basa en la pura economía del lenguaje: “hoy: todo bien”. Literatura y vida se combinan sin acuerdos específicos, fuera de horas concretas para el ejercicio de la escritura. Por las hojas amarillentas del diario se revela la libertad del escritor, sus vívidas obsesiones y el lastre de sus mentiras cotidianas.

A menudo, filólogos e historiadores bucean entre las libretas del escritor buscando el mineral adherido que hace lógica una posterior novela, un ensayo científico o la propia autobiografía. Porque el literato habita en su diario, como el esteta en la percepción o el asceta en la oración. En otras tantas ocasiones, la ficción diaria hilvana un discurso de mayor estímulo vital que la narrativa obligada. No en vano, el miedo interno a la agrafia persigue al escritor en cada novela y al poeta en cada verso.

***

Llegados a este punto, diríamos que la virtud del diario se centra en la libertad emocional de expresar simples pensamientos de manera desordenada y huraña. Los motivos se deciden al instante, mientras las frustraciones van desapareciendo a medida que el autor va olvidando los detalles y abren paso a un vergel de falacias y de mentiras incorruptas. En las letras, como en la vida, nada es tan evidente.

Para cualquier libro, la fe de erratas es una declaración táctica de intenciones. Confieso que me he equivocado. Que tras horas de serias correcciones estilísticas, esta pluma sigue tropezando con el error. Por el contrario, el diario es el reino de la omisión para la duda. Es allá donde el escritor desacata la ortodoxia y se manifiesta de forma límpida y pura, a sabiendas que ningún lector debe tocar jamás sus íntimas confesiones.

En el diario se adquiere un ritmo a veces poco literario, de pura prosa. Repasa hechos que atardecen en la consciencia particular, sin pasar por el filtro del juicio. Son síntomas de la reflexión individual, sujetos a escasas reglas ortográficas y de puntuación. Escribir se convierte en una rutina perpetua, un alimento diario para Gargantúa. Desde un punto de vista psicológico, esta reinvención personal parece ser una terapia obligada para el humanista. Es la señal que permite estirar el pensamiento hasta convertirlo en reflexión.


(Imagen: Henry Cartier-Bresson, de la serie "Omaggio a Roma")

No hay comentarios:

Publicar un comentario