


En esta historia, me encomiendo el papel de abeja reina.
Vivo en mi colonia con un obrero y un zángano.
Pero fuera, inalcanzable, te pendes como una rara flor.
Oscilas con el viento, dejando verter un polen rubio y dulzón.
Cuando me aproximo, los filamentos que cubren mi cuerpo se erizan.
Esa silueta fálica envenena mi espíritu.
A riesgo de parecer descarada, me inclino cautelosa y bebo de tu néctar.
Por nuestra simbiosis, tú juegas con ventaja.
Usar tu aguijón sólo te abre las puertas de la petite mort.
(Imágenes: Karl Blossfeldt)
No hay comentarios:
Publicar un comentario