
I
para navegar allá donde la estrella ilumina el alba.
Los días bisiestos desnudo mi corazón con esencia de trementina
que borra las huellas de un desahucio primitivo.
Dormida, coso las lenguas milenarias que labran
el celo de mis pensamientos solitarios.
Soy esclava de cadenas fingidas, etéreos instantes
de almíbar y canela molida.
II
Me voy fugando sin notas asonantes
en la melodía que tus dedos, encerados y brillantes,
dictan de memoria a las teclas criselefantinas
de un divorciado pianoforte.
Tus hinchadas manos son ensayos de quimeras
que no han conocido jamás el tiempo.
Viejo lobo de mar que muerde de noche
a Caperucita entre olas oxigenadas.
(Imagen: Imogen Cunningham)
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