
Por el viento percibí que iba desnuda. Abrí el armario. Sólo había telas sucias y unos pocos trajes descosidos. Encontré un viejo tul con encajes amarillos. Y me cubrí. Rozaba mi piel de forma turbia. De frente al espejo descubrí un cuerpo borroso. Sentí pundonor y retiré golosa la mirada. Aún era una joven de amplias caderas, mis pies eran torcidos y las rodillas mostraban las cicatrices del juego. Frotaba el velo por mis hombros como quien borra las huellas de sus dedos. Alcé el cuello con todas mis fuerzas para liberar a un lunar de su cautiverio. "Huye, tú aún estás a tiempo, yo pasaré el resto de mi tarde acunándome en esta mecedora."
(Imagen: Lee Miller)
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