martes, 15 de junio de 2010

INSTANTES FUGACES, PERDIDOS E INDOLENTES


Pronto una sábana envolvió tu frío cuerpo; los surcos que yacían ahora quietos me impulsaban a anidar con mis dedos entre tu ropa y a imaginar cómo resbalaría mi mano por tu blusa. Carente del movimiento respiratorio, tu pecho se mostraba plano. ¿Habría sido posible insuflarte mi aliento e intentar recomponer el zigzag de tu vientre?



Con el amor de una pareja de fortuitos amantes en una pensión de poca clase, levantaron tu cuerpo del suelo, sin atender a los últimos instantes de tu belleza. Entre tanta gravedad, surgían voces y lamentos del pasillo donde se reunía el personal del juzgado. Aún en cuclillas, levanto mi cara, retiro el haz de pelo que nubla mi visión y emprendo mi viaje de regreso.


La ciudad lamenta tu pérdida pero el ruido de insistentes bocinas no me dejan oír su llanto. Te has ido en un escenario grotesco, corrosivo frente a la suavidad de tu oleácea piel. Sigo insidioso el rumbo que toma el auto fúnebre hasta la morgue. Allí cortarán en rudas láminas las tristes capas que te cubren, ahondarán en la herida hasta deparar con el mortal proyectil que te hizo desangrar para procurarte una muerte lenta.


(Imagen: Sasha Stone)

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